El 21 de Febrero de 1870 hizo erupción por última vez el volcán Ceboruco, la cual tuvo una duración de más de doce años. En aquel tiempo, el Distrito de Tepic tenía como prefecto al Sr. D. Juan San Román. Varios periódicos de la época dieron seguimiento al suceso, entre los que destacan La Voz de México (Distrito Federal), The Two Republics (publicado en inglés en el Distrito Federal), Le Trait D’Union (publicado en francés en el Distrito Federal), El Siglo Diez y Nueve (Distrito Federal), Lucifer (Tepic), El Tepiqueño (Tepic), La Civilización (Guadalajara), entre otros.
El Siglo Diez y Nueve y La Civilización dieron testimonio de cómo se vivió la erupción:
El volcán del Ceboruco está en erupción desde el día 21 del actual Febrero (1870).
Nos tiene a todos en gran manera alarmados, y tenemos mucha razón.
Al principio se sintieron dos temblores de tierra, aunque ligeros, y luego se oyó un trueno fuertísimo (sic) y hubo un estremecimiento que causó extrañeza y espanto. Se vio que brotaban remolinos de humo, formados de tierra calcinada y arena; y se levantaban tan alto columnas inmensas de fuego, que todos nos quedamos admirados.
Esas grandes moles ostentan la más rica variedad de colores, desde el rojo más subido, hasta perderse casi todo color, tomando un carácter enteramente negro.
Posteriormente ha brotado otro remolino, que se eleva a la derecha de la coronilla. De día y de noche, el volcán no cesa de estar tronando. Las peñas caen desde las cimas y no se vuelven a ver, pues quedan sepultadas al pie, en un arroyo llamado de los Cuates, que corre junto al volcán. Después que caen algunas peñas, solo se suele ver una fogata, y no se sabe a dónde vayan a parar.
Es este un espectáculo majestuoso e imponente, y se queda uno absorto al ver esas inmensas columnas blancas y rojas, que se elevan hasta al parecer inconmensurables alturas, y luego las disipa o les da diversas direcciones el eviento.
Ha habido ya una víctima de la erupción del volcán, causada por la curiosidad. Fue uno de los que salieron de Tequepespan, a verlo de cerca. Todos tuvieron miedo, pero uno de ellos se acercó resueltamente, y estando inmediato a la cima derecha del volcán se fue al abismo con todo y peña y no se le volvió a ver más. Esto llenó de espanto a todos los curiosos.
Por el arroyo de los Cuates está corriendo una cosa que nadie sabe qué será. Es como rescoldo, y está caliente, y produce incendios.
En fin, el espectáculo que ofrece el volcán no puede ser más imponente, y llama con justicia la atención general.
El Siglo Diez y Nueve (16 de Marzo 1870)
El Ceboruco sigue en erupción.
Desde el Marquesado cae tal lluvia de arena y ceniza, que no se puede ver, y los vestidos negros se quedan convertidos en vestidos blancos.
En una vuelta del arroyo de los Cuates, nos encontramos con la lava, es decir, con un cerro que tiene más de cien varas de altura por trescientas de ancho. Al ver esto, oimos tres ruidos distintos, uno en el centro de la tierra, ronco otro entre la lava. Este se parece al que se produce por muchos operarios al trabajar la cantera. El tercero se produce por las muchas peñas que ruedan y se revientan. Una de las peñas que rodó era muy grande, y al caer tropezó con un árbol, lo derribó y lo incendió.
La peña se partió y una de las partes comenzó a inflamarse y levantó una llama como de una sesma.
Tratábamos de partir un pedazo de esa piedra, cuando comenzó a llover, y vimos que las peñas se partían con mucha fuerza, al tocarlas la agua.
En este estado nos sorprendió el estallido de un rayo que cayó a unas cuantas varas de nosotros, corrimos para Uzeta, y en menos de un cuarto de legua nos cayeron lo menos otros cincuenta rayos, lo que nos dejó aturdidos. Uno de Uzeta, que ha subido cerca del cráter, nos dijo que ya no podía llegarse a donde él estuvo, porque el cerro del volcán estaba muy cuarteado.
La Civilización de Guadalajara (24 de Junio 1870)