La búsqueda de un gran tesoro

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Manuel Lozada. Ilustración: Antonio Tabares / H2 Estudio

El Famoso Entierro de Manuel Lozada está siendo buscado en Nayarit por una fuerte Empresa.


Guaynamota (sic), Nay., septiembre de 1931. —Todos los esfuerzos junto todas las ilusiones de los cientos de buscadores de tesoros en los Estados de la costa occidental de México, pueden ser puestos de manifiesto en las esperanzas de quienes en lo más intrincado de esta sierra, buscan los millones de pesos que se cree dejó enterrados el general Manuel Lozada, famoso revolucionario, primero, y luego jefe de los imperialistas en lo que hoy comprende el Estado de Nayarit. Durante cincuenta y ocho años, y desde el día siguiente que el general Lozada fue fusilado —el 19 de julio de 1873—en la Loma de los Metates, frente a la ciudad de Tepic, ha sido buscado el fabuloso tesoro que se supone dejó enterrado el hombre que al frente de los indios coras, fue el dueño del territorio nayarita durante muchos años.
Más de cien puntos distintos han sido señalados como los lugares donde se supone que Lozada escondió el resultado de sus largos años de asaltos y correrías. Pero en ningún sitio habían sido emprendidos tan formales trabajos como en Guaynamota. (sic)
Los buscadores de tesoros en los Estados de Occidente, se cuentan por millares. Entre ellos ha habido tipos como don Martín Partida, de Mazatlán, quien pasó la mayor parte de su vida buscando los tesoros de los piratas que asolaron la costa mexicana del Pacífico en los siglos XVI y XVII, y especialmente el tesoro del famoso bucanero Dampier, que se cree fue ocultado en la Isla de Venados, frente al puerto sinaloense. Partida perforó montañas, excavó playas y sondeó mares, siempre en busca de los tesoros de los piratas, sin que jamás encontrara lo que con tanto ahínco había perseguido.

Artículo “La búsqueda de un gran tesoro” en La Opinión de Los Angeles, California. Septiembre 1931.


AVENTUREROS AFORTUNADOS.


No todos los buscadores de “entierros”, que han trabajado incansablemente desde las estribaciones de la sierra del Bacatete, donde se supone que se encuentra la cuantiosa fortuna que se asegura sepultó el indio José María Cajeme, hasta las escabrosas cercanías de Amatán de Jora, en el Estado de Nayarit, han fracasado en su empresa. Se cuentan por docenas los hombres que después de terca tarca, consultando a los viejos, examinando papeles antiguos; haciendo deducciones o simplemente al azar, han podido enriquecerse de la noche a la mañana con lo que algún capitán de bandidos o un jefe revolucionario sepultó en un sitio, donde consideró que tarde o temprano podría recoger el fruto para gozarlo tranquilamente.
Entre los hombres que al azar han descubierto lo que otros han buscado durante años enteros, se cuenta don Natividad Toledo—uno de los cuatro millonarios sinaloenses. Era don Natividad Toledo, según el mismo refiere, un humilde canoero que traficaba por los esteros en el sur de Sinaloa, llevando ostión o camarón. Un buen día Toledo regresaba en su canoa a su pueblo natal, Escuinapa, después de varias horas de remar. Pasó a una corta distancia del cerro la Muralla—el corro que se ha convertido en sitio histórico, por haber sido el baluarte inexpugnable de las fuerzas del general Rafael Buelna, durante la tragedia de 1915—, llamándole poderosamente la atención, una terrible lucha empeñada entre varias aves en la falda del cerro. Detuvo su canoa para contemplar tan sin igual combate y viendo que la lucha seguía y que al caer un ave, surgía otra para ocupar su puesto y continuar la batalla, sintió deseos de separarlas. Atracó su embarcación en la marisma y a pie se dirigió hasta las cercanías del lugar donde las águilas seguían luchando, arremetiendo a pedradas contra ellas, hasta hacerlas huir en todas direcciones.
Fue una parvada de águilas la que levantó el vuela al verse agredidas en tal forma y don Natividad, llevado por la curiosidad, quiso saber la causa por la cual se había empeñado el combate.


EXPLORANDO UNA CUEVA.


Subió al cerro y llegó hasta la entrada de una cueva, donde estaba tendido un novillo, comprendiendo entonces que el animal habla sido la causa del pleito de las aves; saciada su curiosidad se iba a retirar, cuando, dice, se sintió arrastrado por el misterio de la cueva y provisto de un hachón penetró a ella. Había caminado dentro de ella unos cuantos pasos, cuando la fetidez de los animales muertos dentro de la cueva, le hizo retroceder. Levantó el hachón por última vez para darse cuenta del tamaño de la cueva, cuando a una corta distancia vio como que brillaba un objeto; recordó en ese instante las leyendas de los ‘entierros’ que en La Muralla tenían los hermanos Laureano famosos bandoleros de principios del siglo pasado —y se dirigió al lugar donde había visto brillar algo. El señor Toledo quedó atónito. Ante él tenía una pila de monedas de oro—Incalculable tesoro Temblando dé gusto, sintiéndose el hombre más rico y más feliz del mundo y haciéndose todo género de ilusiones, esperó la noche y en un costal de yute—tesoro que para el había sido en su vida de canoero—, empezó a transportar las monedas desde la cueva hasta su pequeña embarcación. Llena la canoa de monedas de oro y de plata, don Natividad bogó desesperadamente toda la noche, hasta llegar a Escuinapa, donde ante el asombro de su familia vació la preciada carga. Siete viajes en igual número de noches consecutivas hicieron el señor Toledo desde la cueva en La Muralla hasta Escuinapa, formando así la base de los cientos de miles de pesos que posee actualmente.


OTROS AFORTUNADOS.


Los tesoros cuantiosos que se cree escondieron en la Muralla los hermanos Laureano, y que están siendo buscados por numerosos grupos de individuos que recorren el cerro en todas direcciones y por una compañía en la que figuran varios extranjeros y que horada la parto más alto de la montaña, no, solamente han favorecido al señor Toledo. Se cuenta que cuando el general Rafael Buelna se retiró de esta estratégica posición, un teniente y dos soldados villistas que no pudieron unirse a la columna del joven general, anduvieron errantes por el cerro por varias semanas, hasta que encontraron casualmente un pequeño cofre, conteniendo onzas de oro. El terceto resolvió marchar a Mazatlán, para disfrutar de su hallazgo; pero se sabía que los soldados desaparecieron y quo solamente el teniente logró llegar al puerto, donde embarcó para San Francisco, California. Un incalculable y afortunado buscador de tesoros fue don Enrique Martínez, un sonorense que actualmente reside en Arizona, estados unidos.
Refiérese que un famoso bandido que asolaba a mediados del siglo pasado el hoy distrito de Mocorito, Sinaloa, y que se hizo famoso por sus asaltos y robos a las conductas, al morir dejó a sus hijos una cuantiosa fortuna, en un lugar cercano a Guasave, Sinaloa. Pero los planos del lugar exacto donde fue enterrada la fortuna, no llegaron nunca a poder de los hijos del bandolero, habiendo, en cambio, caído en manos de una familia honorable la que no les dio importancia, obsequiándolos al señor Martínez. Don Enrique buscó el tesoro durante treinta y dos años, hasta hace ocho cuando al fin, descubrió el secreto, encontrando una suma respetable, y que algunas personas hacen ascender a más de medio millón de pesos.


EL TESORO DE LOZADA.


De los tesoros más codiciados por los buscadores es, sin duda, el del general Manuel Lozada. Lozada empezó sus correrías en 1853, al frente de una partida de indios coras, entre los que tenía un gran ascendiente. Al estallar la Guerra de Reforma, se unió a las fuerzas del partido conservador, siendo desde entonces el amo y señor del hoy Estado de Nayarit. El guerrillero fue siempre un fiel luchador del partido conservador, haciendo más tarde causa común con el ejército imperialista. Era audaz y valiente guerrillero, y sus admiradores y partidarios se contaron por millares. Napoleón III, Emperador de los franceses, lo obsequió la roseta de la Legión de Honor; Maximiliano le dio la espada de general y le colmó de obsequio y favores. Caído el Imperio, Lozada siguió siendo amo y señor de Nayarit, llegando a tal grado su poderío que se lanzó sobre Guadalajara; pero la plaza fue salvada gracias a la actitud serena del general Ramón Corona. Derrotado por Corona, quedó a la defensiva, viendo cómo sus fuerzas eran derrotadas en todos los combates y hasta que, al fin, traicionado, fue capturado, sentenciado a muerte y ejecutado en la loma de los Metates. Durante el tiempo que estuvo enseñoreado de Nayarit, el temible caudillo, según se cuenta, escondió en diferentes partes del territorio grandes cantidades de dinero, con el fin de disponer de ellas en caso de una derrota general y poder continuar así la guerra de guerrillas.


¿DONDE ESCONDIO SU TESORO?


Tres sitios son señalados como los principales donde Lozada escondió fuertes sumas de dinero. El primero se encuentra en las cercanías de San Blas; el segundo en el cerro de La Cruz, frente a Tepic y el tercero en Guaynamota. Por docenas se cuentan los buscadores de los tesoros de Lozada que han recorrido el cerro de La Cruz en todos sentidos, sin que hasta ahora hayan dado con el escondite. Sin embargo, los buscadores no han desmayado, continuando sus pesquisas. La mayor parte de la fortuna del guerrillero se sabe que se encuentra enterrada en este cerro, donde una empresa debidamente organizada hace grandes trabajos de exploración. La exploración en Guaynamota empezó desde los primeros días del año actual. Después de seis meses de trabajo, los buscadores aseguran haber dado con el camino que los conducirá al lugar del “entierro”. La mayor parte de los accionistas de la empresa, es de viejos buscadores de tesoros, quienes han hecho el último esfuerzo creyendo verse millonarios de un momento a otro.

La opinión. (Los Angeles, Calif.), 20 Sept. 1931. Chronicling America: Historic American Newspapers. Lib. of Congress.

Transcripción por Claudia Sofía Arjona Larraz, 22 sept. 2023. Hemeroteca Digital UAN.

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